Los he visto, redondos, pesimistas, profundos,
suaves, horrendos, peludos, superficiales…pero si hago memoria, pocos que hayan
dejado huella en mí.
Ante la probable cara de curiosidad que hayas puesto al leer estos adjetivos, te aclaro que me refiero a los ombligos.
Y, sin duda, esa corta relación
de aquellos que merecieron mi atención fue debida más, al contexto corporal que
rodeaba esa curiosa depresión del vientre, que al interés estético de un lugar
que, terminada su labor al inicio de la vida, se resiste a desaparecer.
Pero hay que reconocer su habilidad, pese a su inutilidad, para atraer miradas. Creo que es por ese factor de localización que lo sitúa como punto de paso entre lugares más bulliciosos y cascabeleros.
Pero hay que reconocer su habilidad, pese a su inutilidad, para atraer miradas. Creo que es por ese factor de localización que lo sitúa como punto de paso entre lugares más bulliciosos y cascabeleros.
Pero qué ocurre cuando el que
mira es su portador, el que lo sufre, goza o, simplemente, lo ignora porque se
conocen desde los primeros instantes de la vida. Pienso que es un modo de
abstraerse, de alcanzar un nirvana personal ayudado por la postura, ya que si
intentas mirarlo ayudado por un espejo siempre acabas observando cualquier
punto menos ese.
Por tanto, sin entrar en
clasificaciones personales sobre tan peculiar ubicación, comprendo la normal
atracción a mirarnos el ombligo. Debe ser alguna maldición mitológica lo que
nos empuja a ser émulos del aquel desdichado Narciso enamorado de su imagen
reflejada en la charca y por la que, a veces, terminamos con esos huesecillos del cuello
de la familia de la C algo tocados.
Y aunque aún no tengo el remedio
definitivo para escapar de semejante condena, reconozco que alivia el fijarse
en alguno ajeno. Pero te recomiendo, que ya que hay mucha variedad y cantidad,
lo hagas en alguno que no sea demasiado perfecto, porque solo conseguirías
cambiar de hechizo.
Si consigues alguno que esté en
el punto medio entre la perfección y la mediocridad te permitirá, al igual que
si te miraras el tuyo ante un espejo, desviar tu atención hacia lugares
limítrofes y poco a poco te habrás curado y disfrutarás de la cantidad y
calidad de lugares agradables en los que posar tu mirada.
Una ultima recomendación para esta terapia umbilical, nunca observes un ombligo ajeno demasiado cerca, puede tener contraindicaciones como la de acabar en una embrollada y ajetreada convulsión festiva y bullanguera…
Quien es el unico hombre en el paraiso que no tiene ombligo?
ResponderEliminarAdam.
Magnífico. Un relato ameno, divertido y con una gran dosis de ironía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bueno!!! La mirada del fotógrafo expresada en palabras... completísimo.
ResponderEliminarPor estos lados la frase "mirarse el ombligo", también se usa para indicar falta de acción, pérdida de tiempo.
Saludos
¸.•°♡⊱彡
ResponderEliminarExcelente. Texto muito interessante.
Beijinhos.
Brasil ✿ °•.¸
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En todo caso, siempre mejor acabar en una convulsión fesivo-bullangera que con la C-6 jodida.
ResponderEliminarDivertido y certero.
Interesante relato Victor,creo que sera mejor pasar un poco del ombligo,joderse la c no es acosejable y tampoco creo que sea algo muy interesante nuestro ombligo,quizas ironicamente la frase "creerse el ombligo del mundo" tenga algo que ver con ello.
ResponderEliminarGracias por tu visita a mi blog amigo,besitos y felices fiestas.
!!Felizzzz Navidad!!
jajajaj muy bueno Victor. Me lo había perdido. Eres un crack. Un abrazo :)
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