martes, 12 de enero de 2010

Leemos para saber que no estamos solos...



Es una de las frases que te zarandean con fuerza en Tierras de Penumbra.

Hay más, esa de… el dolor del mañana, es parte de la felicidad de ahora. Ese es el trato... Pero reconozco que cuando me puse a reflexionar sobre esta última me fuí enredando cada vez más, así que cautelosamente me retiré a pensamientos más asequibles.

Aunque ya había visto en alguna ocasión esta pelicula, el ambiente invernal, tarde de frio y nieve, hacía más fácil centrarse en la trama.

El Hopkins, como casi siempre, insuperable. Y la Debra, muy correcta tambien, pero sobre todo hay una escena memorable, aquella en la que Jack (Hopkins) y Douglas, el hijo de Helen (Winger) hablan en el desván sobre la muerte de ella. La emotividad va incrementandose en ambos personajes, con una pequeña lágrima que va surgiendo y que acaba en un desconsolado llanto.

Es una película que hay que ver sin interrupciones, que nada perturbe oir los dialogos, ni distraer de las ideas que las diferentes escenas van desgranando. El profesor en un dialogo directo y exclusivo con su alumno, el miedo que produce en la pareja ante un futuro que se sabe trágico, el niño que dentro de un mundo de adultos quiere disimular los sentimientos como ellos, el cómo las circunstancias de la vida hacen temblar ideas que se consideraban inamovibles…y así , tantas y tantas como vamos asistiendo en el desarrollo de la trama.

Es esta una de esas peliculas que una vez vistas, te incitan a saber más de su contexto. Basada en la vida real de Clive S. Lewis, al que ya conocía por sus Crónicas de Narnia, plasmó su dolor por la pérdida de su esposa Joy o Helen, ya que usaba ambos nombres, en una obra , Pena en observación, que sirvió de base para el guión de la pelicula.